Wednesday, December 06, 2006

La vez que mataron al amor

Hubo una vez en la historia del mundo, un día terrible en el que el odio, que es el rey de los malos sentimientos, defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente de todos ellos.
Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos mas perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cual era el propósito.
Cuando estuvieron todos, habló el odio y dijo: "los he reunido aquí a todos, por que deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".
Los asistentes no se extrañaron mucho, pue era el odio quien estaba hablando y el siempre quiere matar a alguien; sin embargo todos se preguntaban entre sí, quien sería tan difícil de matar para que el odio los necesitara a todos.
"Quiero que maten al amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente, pues mas de uno le tenía ganas. El primer voluntario fue el mal carácter, quien dijo: "yo iré, y les aseguro que en un año habrá muerto el amor". Al cabo de un año, se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del mal carácter quedaron tan decepcionados, "lo siento, intenté todo, pero cada vez que yo sembraba una discordia, el amor lo superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando muy diligente se ofreció la ambición, que haciendo alarde de su poder, dijo:"en vista de que el mal carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del amor hacia el deseo de riquezas y el poder, eso nunca lo ignorará". Empezó la ambición su ataque hacia su víctima, que efectivamente cayó herida, pero después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desmedido de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el odio, por el fracaso de la ambición, envió a los celos, quienes burlones y perversos inventaron toda clase de artimañas y situaciones para despistar al amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el amor confundido lloró y pensó que no quería morir y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.
Año tras año, el odio siguió en lucha enviando a sus mas hirientes compañeros, la frialdad, el egoísmo, la histeria, la indiferencia, la pobreza, la enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, por que cuando el amor sentía desfallecer, tomaba de nuevo fuerzas y todo lo superaba.
El odio, convencido de que el amor era invencible, les dijo a los demás: "nada mas puedo hacer, el amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos". De pronto, de un rincón del salón, se levantó un sentimiento poco conocido, vestido de negro, con un sombrero gigante que le cubría el rostro y afirmó: "yo me encargaré de dar muerte al amor". El odio le contestó: "ve y hazlo realidad".
Pasó algún tiempo, cuando el odio volvió a convocar a reunión general a todos los malos sentimientos. Les comunicó, que después de mucho batallar, por fin "el amor había muerto". Todos se mostraron alegres pero sorprendidos. En ese momento, la figura de negro, volvió a pedir la palabra para decir lacónicamente: "ahí les entrego al amor muerto y destrozado como ustedes deseaban", y dicho esto, en silencio se encaminó para salir del lugar donde se hallaba.
"Espera un momento", le ordenó el odio, "dinos quién eres tu que triunfaste donde todos los demás fallamos". El sentimiento de negro, levantó por primera vez su rostro, miró a los presentes y dijo: " Yo, ...... soy la rutina".

De autor anónimo.
Enviado por Carla Pavón

Saturday, December 02, 2006

A Marcelo Torres

Me enteré, por intermedio de amigos comunes, del fallecimiento de un viejo conocido mío, Marcelo Torres. Cuentan que hacía meses estaba sufriendo estoicamente la dolencia de una enfermedad incurable.
Marcelo, fue un perseverante armador político en la interna del Partido Justicialista y eterno candidato en listas partidarias perdedoras.
Hace una punta de años, a principios de los '80, empecé a tratarlo, en medio de uno de esos entreveros comiteriles, donde la ambición funciona a mil y la mentira es reina y señora de la vida.
Marcelo, quien gustaba mostrarse parco, hosco, enigmático, diría hasta muy antipático, era, digámoslo, una persona difícil de llevar para los demás, a lo mejor, porque sólo analizaba el comportamiento humano observable en las internas políticas, y ese escenario, a cualquiera que lo transite intensamente, lo convierte en un pesimista incurable.
Desde el principio, adhirió fervorosamente a la candidatura de Menem y estuvo entre los miembros fundadores de la línea interna, "Federalismo y Liberación" y luego, de la "Menem Conducción". Con esto quiero decir, que fue, creo que hasta el día de su muerte, un acérrimo menemista.
Con Menem llegado a la Presidencia de la Nación, a Marcelo, los que antes le daban vuelta la espalda para no saludar, lo empezaron a encontrar simpático, virtuoso y ¡gentil!, y nosotros, que antes "le dábamos bola", ahora lo dejamos de tratar porque no nos gustaba el gobierno del "Turco".
El episodio político que marcó la vida de Marcelo y es al que quiero referirme especialmente, ocurrió a poco de comenzar esta nueva época de bonanza para él.
La conducción partidaria del distrito, que provenía del "Cafierismo", para congraciarse con la "Casa Rosada", abrió sus listas electorales para incluir a los principales referentes menemistas de la localidad.
Fue la primera y única vez, que Marcelo, promediando el medio siglo de edad, alcanzó a integrar, en una buena ubicación, una lista ganadora.
Es así, que resultó electo por el voto popular, Consejero Escolar distrital, con un mandato de 4 años por delante. Lejos estaba en su pensar, imaginar que al ladito de ese momento del triunfo, se encontraba al acecho, el camino al ostracismo político que lo acompañó hasta el final.
A poco tiempo de jurar el nuevo cargo, lo convocan a una reunión ejecutiva de Consejeros y allí lo enteran, ¡Oh, sorpresa!, que debía firmar sin mas trámite ni debate, un acta de acuerdo para efectuar un pago millonario a los proveedores escolares.
El argumento "de peso" de sus colegas consejeros, era que "así funcionaba el sistema", y que ellos, al ocupar un cargo ad-honorem por el cual no percibían retribución económica oficial, tenían que encontrar la forma de recibir un resarcimiento pecuniario por su "trabajo cívico".
Marcelo, cabeza dura como era, se negó rotundamente a firmar nada, si primero no se hacía una rendición de cuentas, delante de un escribano. Por supuesto, se armó un lío de aquellos, que terminó a los gritos y a las trompadas.
Al día siguiente, Marcelo, solita su alma, despacio y sigilosamente, tal era su estilo, inició una prolija investigación de la red de corrupción y descubrió semanas después, con pruebas concluyentes, sobrefacturaciones, testaferros de funcionarios en empresas proveedoras, sobornos, etc., etc. cuya única víctima era la infancia pobre que concurría a las escuelas públicas. Con una voluminosa carpeta, asesorado por un letrado amigo, presentó en el Juzgado la denuncia penal.
El hecho provocó tal terremoto institucional en el Pago Chico, que sus principales dirigentes para ocultarse de la prensa, dormían de día y salían a la madrugada de sus casas. Rodaron algunas cabezas en el Consejo Escolar, y ¡aquí no pasó nada!. Ninguno fue preso, a ninguno le intervinieron sus bienes, a nadie se le dictó auto de procesamiento ó tan siquiera inhabilitación para ejercer cargos públicos en el futuro.
Al que no olvidaron y no perdonaron fue a Marcelo y se convirtió, otra vez, en un personaje maldito de la política y fue en ese momento, cuando se quedó sin amigos en el poder local, que nosotros, volvimos a tratarlo, reconociendo toda la grandeza que tuvo su decisión, ..... aunque nos hiciera doler la barriga su menemismo ...........

S.S.

Saturday, October 07, 2006

La tía Rosaura

Tendría yo nueve años, cuando la guerra entre mi madre y mi tía Rosaura entró en un período de tregua.
Las dos familias, por fin, pudieron intercambiar navidades, cumpleaños, vacaciones, y no solamente el café con cognac de los velatorios.
La paz entre las dos cuñadas, nos permitió a mis primos y a mí, saborear tardes soleadas a la sombra del monte de eucaliptus de los tíos, ó adormilarnos apretujados frente a la chimenea, cuando la escarcha de julio dejaba la tierra dura.
Pero lo mejor nos tocó a Ivana y a mí. Por causa de esa curiosidad que crecía a la par de nuestras piernas flacas, nos hicimos astutas, silenciosas e invisibles.
Y así, escondiéndonos en el armario grande de la cocina, ó fingiendo estar dormidas en el sillón de la sala, nos fuimos metiendo, despacito, en lugares insospechados.
Supimos que la hija de Doña Angela estaba de "compras", con un globo gigante que traicionaba el casamiento de hacía dos meses, "como era de esperar", porque "esa chica andaba siempre suelta y aligerada", sentenciaba la tía.
También que al marido de la maestra lo habían visto, lo mas campante, correteando a la hija del almacenero, cerca del maizal del viejo "Pata de palo". Y con estas cositas, nuestros saberes se ampliaban tarde a tarde.
Aprendizaje adquirido sin permiso, robado, secreto y nuestro, donde quedaban, a veces, algunos interrogantes. Estos iban a la lista de "lo que no entendíamos", por ejemplo: que comer mandarinas te cortaba "el asunto", y que la maestra tenía esa cara porque "no merecía seguido".
Mamá soportó, para nuestra desgracia, poco tiempo la andanada de referencias maliciosas de la tía Rosaura y así como llegamos, nos fuimos.
Papá no hizo preguntas, como siempre, desentendiéndose de las "cosas de mujeres".
Mamá volvió a la máquina de coser, a armar y desarmar cuellos gastados, mientra escuchaba los radioteatros de Rolando Chávez en radio "Porteña".
Me reencontré con mis primos algunos veranos mas adelante, al morir la abuela Teresa, que tan vieja estaba que ni se enteró que se moría.
Ya contaba con catorce años, lo del "asunto" me atormentaba cada mes, con encierros y días enteros sin bañarme, porque "se me podía subir la sangre a la cabeza" y lo de tener cara de vinagre por no "merecer seguido" iba tomando forma.
Lo que también iba tomando forma era el frente de mi prima Ivana, para mi bronca y odio por mi pecho liso y escuálido.
Ivana y la metamorfosis de los diecisiete, alta, el cabello brillante, ondeando alrededor de una de las caras mas lindas del pueblo. El pecho erguido y la cintura angostita, ayudando a resaltar las "redondeces que llevan al pecado", versión tía Rosaura.Ahí me enteré que, además, la muy suertuda ya sabía lo que era un beso. Porque a la salida de la misa del domingo, se escapaba por un par de horas, con José María, el hijo de la maestra.
Eso terminó de hundirme en la agonía de mis imberbes catorce años, porque sí que era lindo el José María. El mas lindo de
todos.
Para mediados de junio recibimos la tarjeta, Ivana y Josema se casaban. La fiesta se hacía en el Club Social y Deportivo, y la ceremonia religiosa a las 20 exactas, porque teníamos que estar todos ubicados, así el cortejo recibiría a la novia en el atrio.
Así fué, porque en eso de organizar eventos, la tía Rosaura era campeona.
El tiempo se detuvo cuando llegó la carroza. En el atrio, las nenas acicaladas todas vestidas de blanco, como novias en miniatura, sotenían el cordón dorado que recibía el paso lento, mágico de Ivana y su vestido.
¡Qué preciosa estaba!. Paso a paso, los zapatitos de paño rasado la fueron llevando hacia la entrada del templo.
Al pasar busqué sus ojos. Me encontré con una mirada perdida, casi ausente. Y lo mas raro: el velo del encaje de Bruselas, que salía de la cintura contorneando la falda, apenas disimulaba el perfil combo del vientre de mi prima.
Y al paso de la novia, con las manos escondidas, las mujeres, dentro de la nave engalanada, movían los dedos, disimuladas, sacando las cuentas.

A.S.

Monday, October 02, 2006

Spilimbergo en Unquillo

Después de muchos años sin tener noticias suyas, casualmente me enteré que mi viejo amigo Carlos Alvarado, estaba luchando por su vida en una cama del Hospital Posadas en Haedo. La noticia me apenó grandemente. Carlos es de esos cordobeses, que en un buen día es capaz de hacer reír a una persona con dolor de muelas.
Nacido en Unquillo, de joven eligió recorrer el país con su guitarra al hombro, y un día, a lo mejor un poco cansado del hambre y la bohemia, se vino con su compañera de entonces, Rosita, para los pagos de Merlo. Aquí vivieron junto a sus numerosos hijos, hasta que la pareja se disolvió, no sin gran dolor y escándalo.
Yo lo comencé a tratar, cuando en una asamblea de vecinos para elegir la nueva comisión directiva de la Sociedad de Fomento del barrio, a él lo nombraron Vicepresidente y a mí Presidente.
Quiero recordar aquí, una de esas historias con que solía matizar su repertorio folklórico, y que hábilmente solía intercalar entre canción y canción, y que dejaban una enseñanza para todo el que tuviera buen oído.
La anécdota tiene como protagonista a Don Lino Eneas Spilimbergo, uno de los artistas plásticos argentinos mas importantes del siglo XX. En un momento de su vida, Don Lino, decide radicarse en Unquillo, recluído en un solitario y apartado ranchito en las afueras del pueblo, casualmente cercano a la humilde vivienda de la familia Alvarado.
Don Lino, que todos los días veía pasar a Carlos con su guitarra al hombro, un día lo invitó al rancho para que interpretara algunos temas. Vino y canciones de por medio, Carlos se amigó con el huraño pintor, y prácticamente todos los días pasaba a guitarrear por el rancho.
Contaba Carlos, que Don Lino renegaba de todo convencionalismo social, y si había algo que lo ponía de muy mal humor, era la "pequeña aristocracia" de Unquillo, que permanentemente hacía llegar pedidos para que les pintara algún retrato de alguien de la familia.
Por el contrario, Don Lino había "adoptado" a una niña muy humilde, que se hacía cargo de las tareas domésticas del hogar.
En homenaje a la niña, y como muestra de su cariño, en la pared exterior del ranchito, pintó un gran mural con su imagen. Y fué el único mural que pintó Spilimbergo en Unquillo..........
Pasaron los años, y el viajero Carlos volvió a su pueblo natal, ya con sus padres fallecidos, le quedó una única hermana casada con un famoso folklorista de nombre Gerardo, y la fama del marido, quizás, le habían abierto a la Sra. Alvarado, las puertas de la "Sociedad principal de Unquillo".
Llegaba Carlos en medio de un agitado debate pueblerino, porque una Comisión Permanente de Homenaje al pintor Lino Eneas Spilimbergo, proponía que el Municipio comprara el antiguo rancho y lo tranformara en Museo.
Al día siguiente, la Comisión en pleno junto al Intendente, organizó un gran acto frente al viejo ranchito, con todas las escuelas de Unquillo. Era el escenario ideal para hacer pública la noticia de la inauguración próxima del Museo.
Al llegar al rancho, Carlos me contó que se emocionó hondamente, pero, ¡grande fue su sorpresa al ver todas las paredes blanqueadas!.
Agitado se acercó al presidente de la comisión, que estaba departiendo con otras personalidades de "prosapia", y le gritó: ¡Bestias!, ¿Quién mandó a tapar con cal el mural de la nena?, el presidente lo miró de reojo, sonrió de costado y le contestó: ¿Desde cuándo una negrita se merece un mural y nuestras hijas no?........

S.S.

Monday, September 04, 2006

¡VOLVER!

Además del tango famosísimo de Gardel y Lepera, otras muchas historias giraron alrededor de este tema del retorno al primer amor, que se idealiza puro y apasionado.
Esta historia que voy a contarles refiere a la pasión por las ideas políticas, y sus personajes son gente de barrio cuyo único pecado fue su ingenuidad.
A mediados de los '90, en medio de la segunda campaña presidencial de Menem, comenzó a leerse en las paredes de mi Pago Chico, una consigna escrita en negro humo que decía: VOLVER A PERON. Así de escueta y directa era, sin firma ni agregados ó indicios para hacerle una pesquisa.
La consigna se repetía noche tras noche y en poco tiempo todo el mundillo del mentidero político hablaba de lo mismo: ¿quiénes serían sus autores?, porque el mensaje se entendía perfectamente.
Las autoridades municipales movilizaron a todo el cuerpo de "asesores", que hacían guardias las 24 horas para agarrar a los autores con las manos en la masa y salir corriendo para llevarle el chisme al "jefe" y anotarse un poroto.
Yo, que en ese tiempo era empleado municipal, no podía quedarme al margen de la movida, pero, tengo que confesarlo, lo vivía como un episodio jocoso, uno mas, de la política pueblerina.
Habrán pasado uno ó dos meses, y me encuentro casualmente en mi barrio con el Flaco ........., vecino, peronista de los setenta, bigote tupido, boina negra, poncho rojinegro, ¡un tipazo macanudísimo!, nos saludamos con un fuerte apretón de manos y ahí nomás le digo mirándolo a los ojos: ¡Che!¿Quién te mandó a pintar Volver a Perón?......, el Flaco se sonrió, vió que no tenía sentido mandarme un bolazo, y me contestó ......, ¡la idea fué nuestra!,¡nada que ver con algún dirigente!.
Después me contó, y le creo, esto que le sucedió en aquellos días.
El Flaco se dedicaba a vender artículos de limpieza, y el reparto lo hacía en una camionetita que tenía, a veces llevaba con él a dos amigos de militancia de la vieja guardia para que se ganaran unos mangos, porque los dos andaban mal de guita.
Una vez por mes se juntaban a chupar y a comerse un asadito, y después de unos vasitos, los muchachos recordaban a los compañeros caídos, les dolían sus propias penurias y se acordaban de la madre de todos los que se habían quebrado y vendido.
Una noche de esas, no se sabe si porque estaban mas bebidos que de costumbre, salieron con la camioneta y un tachito de pintura a expresar su bronca en las paredes. y entonces apareció la consigna VOLVER A PERON.
Aquí fue cuando la mirada del Flaco se puso triste, y con lágrimas en los ojos me confió que nunca mas saldría a pintar.
¿Qué había pasado?.
Una noche un coche cero kilómetro se estacionó en la puerta de su casa y bajó un pibito bien empilchado con una carpetita debajo del brazo. Se presentó como secretario del secretario del Intendente. Lo invitaba a una reunión con el jefe comunal al otro día a la tardecita. Y dicho esto, pegó media vuelta y se fue.
El Flaco quedó anodadado, pero no era tipo de achicarse, salió corriendo a la casa del "Rata", su otro amigo y no le dijo nada al tercero, porque llevaba mal su romance con el tinto.
Al otro día, se puso la mejor de sus pilchas, un traje cruzado a rayas, medio gastado pero gauchito, pasó a buscarlo al "Rata" y salieron para el centro del pueblo.
Se hicieron anunciar con el guardia de seguridad, les franquearon el paso, previa llamada a la secretaría privada, pasaron otros controles y entraron al pre-despacho del Intendente. Gran emoción, el Flaco pensaba en el análisis político que haría, sus argumentos, se frotaba las manos de los nervios y transpiraba a mares.
La empleada los vió como quien ve un florero y con voz neutra los invitó a esperar de pié. Al rato, suena el teléfono, la chica atiende y de reojo los mira, dice, sí, sí, está bien ..., y cortó.
Por un instante el tiempo se detuvo, hasta que la chica, abre un cajón y saca dos papeles escritos a máquina. Levanta la vista y les dice ...., señores, aquí tienen que firmar, y marcó con el índice una punta del papel,....y a los treinta días pasen por tesorería.
El Flaco se quedó mudo, cosa por demás extraña en él, pero la situación lo superaba.
No entendía nada y el "Rata" menos, abría los ojos, la miraba a la chica y lo miraba a él y no articulaba palabra.
La piba, impaciente, volvió a insistir, esta vez con voz mas fuerte..., ¡señores, tienen que firmar aquí!
Ahora el Flaco se animó a decir algo...., ¿firmar qué señorita?. La pibita lo miró con lástima, y le dijo.....¡el contrato, señor, el contrato!, ¡para Ud. y para su amigo!, el señor secretario me pidió que se los hiciera firmar, uno es por 800 pesos y el otro por 600 pesos....
Aquí el Flaco, que no era lenteja, cayó en la cuenta de que se trataba. ¡Los estaban
haciendo ñoquis!¡Ñoquis por pintar VOLVER A PERON!. La miró indignadísimo a la mina y le dijo .....¡dígale a .....que se meta los contratos en el o...!.
En este punto del relato, el Flaco no pudo contener la emoción y lagrimió enfrente mío, a media voz me dijo ...... y por esto perdí a mis dos amigos.....
Lo que me contó es tritísimo, pero tengo la obligación de ir hasta el final.
Un amigo, el que quedó afuera por borrachín, se ofendió y no lo saludó mas.
El "Rata" apenas salieron del municipio, le hizo este comentario ...¿Así se hace política ahora?, ¡Si te pagan por salir a pintar la que deben estar haciendo éstos!,..... ¡Y yo estoy sin laburo!.
Al poco tiempo, el Flaco, se enteró, por otras personas, que el "Rata" había arreglado con el "gordo Gostanian", el amigo de Menem, encargarse de las pintadas y pegatinas de la zona oeste, con la consigna Menem 95.
Dicho esto, el Flaco me dió la mano de despedida, la apreté con fuerza y le dije,
.... ¡Flaco, te merecés otra época!

S.S.

Saturday, August 19, 2006

Una noche de pesca en Otamendi

Eramos los dos, compañeros de trabajo en la antigua SEGBA de la localidad de San Martín, los dos laburábamos casi 12 horas diarias, seis días a la semana, con franco rotativo. Obligaciones que te trae el tener familia numerosa.
Nos apasionaba la pesca, y era una obsesión recurrente soñar irnos a pescar para salir de la rutina que nos tenía prisioneros.
Un mes antes, mi amigo viene una mañana y me dice, …dentro de cuatro semanas… el miércoles tal, nos cae el franco a los dos, ¿vamos de pesca?, …no pensé dos veces la respuesta, …¡ síííííí, loco!¡vamos!.
Empezamos inmediatamente la planificación, que vos llevás la garrafa, que yo el vino, comprá la carne que después te doy la guita, no te olvidés del carbón, etc.,etc., ¡ah!, las lombrices, ¿vos conseguís?, …sí, sí, en la esquina de mi casa hay un zanjón y sacan una bien gordas.
Faltando unos días, le pregunté a mi amigo, ¡che! ¿a dónde vamos a ir?, ¡mirá que tenemos que volver al laburo el jueves!, ¡no te preocupés!, me contestó, conozco un lugar cerca de acá buenísimo, ¡se pesca un montonazo!, mi viejo me llevaba cuando mi hermano y yo éramos chicos, y después cuando murió mi viejo, nunca mas fuimos. Hay que tomar el tren en la estación San Martín, y está pasando Escobar. El lugar se llama ¡¡Otamendi!!!!.
¡No te calentés!, yo me encargo de averiguar el horario de los trenes, ¡vas a ver la cantidad de pescados que nos traemos de allá!.
El martes a las diez de la noche subimos al tren en la estación San Martín. A las 23 y 30, bajamos en Otamendi. Hacía un frío impresionante, el viento soplaba sin piedad y la estación era desoladora, un páramo a media luz en medio de la nada. Mi amigo, era todo entusiasmo, …..acá mi viejo hizo esto, …… que allá mi hermano hizo aquello,……yo atiné a preguntar a media voz,………¿ y de acá adónde carajo hay qué ir?,……..
Eran dos kilómetros de caminata hasta encontrar el arroyo que desembocaba en el Paraná de las Palmas. Cargué en una mano las cañas y el bolso, para dejar la otra libre para la garrafa de tres kilos. Me acomodé la ropa, me puse el gorro y arrancámos hacia la oscuridad del campo. No habíamos hecho ni cien metros, cuando la huella desapareció en un inmenso charco de agua estancada. Mi amigo, que no se iba a acobardar por esa nimiedad, hay nomás se sacó las zapatillas y las medias, se arremangó los pantalones y siguió adelante. Yo, ……la verdad que dudé, pero no podía ir a menos, hice lo mismo…. ¡qué frío estaba el barro pisando en patas!, " pa´ pior" había un pastito duro que cuando apoyabas la planta del pie te pinchaba como alfileres. A eso de las 12 y 30 llegámos al lugar con la lengua afuera. ¡Ay! ¡qué cagada era el arroyito!, mi amigo me adivinó el pensamiento y sin que le dijera nada, comentó con énfasis……es chico, pero se pesca bien.
Bueno, con la ayuda de las linternas, preparámos las líneas, encarnamos los anzuelos y tirámos despacito para no mandar la tanza del otro lado del arroyito. Hecho esto, nos pusimos a juntar leña para prender el fuego y hacer el asado. Ni qué decir del hambre y la sed que teníamos. A los 20 minutos, levantámos las líneas y …..¡nada! ni un puto pique. Encima los anzuelos limpitos, volvimos a encarnar y de nuevo al agua. Repetimos la misma operación 1 hora y media, con el mismo resultado……¡nada!.
Cuando estuvo el asado, dejámos todo, tirámos un mantel en el piso de tosca y …¡a darle con tutti!, …el vino fue lo primero en desaparecer, …….¡hacía mucho frío!, el asado duró un poco mas……, casi tanto como el paquete de cigarrillos.
A eso de las tres de la mañana, cambié los anzuelos por unos mas chiquitos, y empecé a sacar bagrecitos de 5 ó 6 centímetros…..¡una cagada!… me entretenía con eso en medio del frío. Así pasé toda la noche, cuando me aburría salía a caminar con la linterna a la orilla del arroyo. Mi compañero estaba con una cara de orto descomunal….¡qué sapo!,una y otra vez repetía lo mismo, ….¡qué sapo!….¡la p… m….q…..m….p…..! (hacer sapo se dice cuando no pescás nada y lo otro creo que no necesita aclaración).
Bendije a todos los santos cuando salió el sol y se sintió el calor de unos matecitos reparadores. En esos momentos, después de matear, me acosté en una parte del suelo que estaba mas ó menos lisita y me dormí. Habrán pasado un par de horas largas, cuando me despertó el ruido de unos gritos, medio dormido todavía, levanté la cabeza y vi venir a un viejito en bicicleta seguido de unos perros. Se llegó donde estábamos, nos saludó amablemente con un buen día, y no pudo evitar preguntarnos, ……¿pescaron algo?, la cara nuestra lo decía todo, …….no se preocupen muchachos, ustedes no son los únicos que no sacan nada, es que hace por lo menos 10 años que acá no se saca mas nada, porque, ¿ven allá a lo lejos?, adonde se junta el arroyo con el Paraná, bueno, allí suelen poner redes y todo el pescado grande no puede entrar mas a desovar.
Le ofrecimos un mate, que no quiso, y siguió con la bicicleta seguido por los perros.
Nosotros, quedamos mas desilusionados que antes, porque toda la noche nos habíamos dado esperanzas diciendo, ¡seguro el pique viene a la mañana!.
Ya no quedaba mas nada por hacer, tristes comenzamos a desarmar las cañas y guardar las cosas. Cuando estuvo todo listo e iniciábamos el regreso, a mi amigo se le ocurrió la última gran idea para completar la jornada, ……¡conozco un atajo para caminar menos hasta la estación!. Yo no tenía muchas ganas de volver a caminar en patas pisando barro congelado, así que me pareció una excelente idea.
Dimos un rodeo, saltámos alambradas,……y era cierto, la estación estaba ahí nomás…., pero,……cuando pasámos una arboleda y nos faltaban 300 metros,……. el piso seco desapareció, …¡una laguna bajita de agua estancada nos cerraba el paso!,……era increíble de grande, no podíamos rodearla, ….¡ó retrocedíamos todo lo andado ó le dábamos para adelante!. Elegimos esto último, seguramente cansados de la mala suerte, y para hacer corto el trámite. Otra vez nos descalzamos, y …..¡a meter las patas en el agua!. Desgraciadamente para nosotros, esta vez el agua nos llegó hasta los muslos, estaba helada …..¡y podrida!. Llegámos a la estación con una baranda insoportable y nos pusimos a lavar inmediatamente antes de subir al tren. Eran las 12 y 30 del mediodía. Llegué a mi casa, cerca de las cinco de la tarde, con hambre, sed y con un sueño impresionante. A tal punto que no me decidía que hacer primero. La que dio la solución fue mi mujer,………¡andá a bañarte porque sino te quedás afuera!
S.S.

Tuesday, August 15, 2006

La liebre de Gardel

“A Gardel y Razzano los conocí en mi pueblo, Lincoln, cuando cantaban en el bar San Martín. Pasaban el sombrero y juntaban moneditas. Razzano mismo me contó que corrían la gran liebre, y que Gardel aflojó: Yo no salgo mas a cantar, Oriental.Un día, cuando Razzano volvía de pescar en el recién construido balneario, sintió que lo llamaban desde un bar de Perú y Avenida. Orientalito, vení…. Cantáte algo. Era el magnate Taurell, un poderoso estanciero. Razzano volvió con la guitarra y Gardel. Fueron a comer a una pensión de francesas, en Tucumán y Esmeralda. De allí, Taurell se los llevó al Armenonville, donde los niños bien consagraron al dúo. Les ofrecieron doscientos pesos. Gardel, cansado de correr la liebre, preguntó si les pagaban la comida. Razzano le aclaró: Hermano, los 200 son por noche, no por mes. Ahora a Gardel en vez de escucharlo, lo analizan. Es un disparate pedirle conciencia de clase como es un disparate pedirle conciencia de clase a Cassius Clay ó a Bonavena. El es un mito. Como Rockefeller, con la diferencia que éste no fue un cantor de éxito, que empezó de abajo, prosperó y se adaptó a su público. A un hombre que canta bien, no se le pregunta si traiciona ó no a su clase”.

Arturo Jauretche