La liebre de Gardel
“A Gardel y Razzano los conocí en mi pueblo, Lincoln, cuando cantaban en el bar San Martín. Pasaban el sombrero y juntaban moneditas. Razzano mismo me contó que corrían la gran liebre, y que Gardel aflojó: Yo no salgo mas a cantar, Oriental.Un día, cuando Razzano volvía de pescar en el recién construido balneario, sintió que lo llamaban desde un bar de Perú y Avenida. Orientalito, vení…. Cantáte algo. Era el magnate Taurell, un poderoso estanciero. Razzano volvió con la guitarra y Gardel. Fueron a comer a una pensión de francesas, en Tucumán y Esmeralda. De allí, Taurell se los llevó al Armenonville, donde los niños bien consagraron al dúo. Les ofrecieron doscientos pesos. Gardel, cansado de correr la liebre, preguntó si les pagaban la comida. Razzano le aclaró: Hermano, los 200 son por noche, no por mes. Ahora a Gardel en vez de escucharlo, lo analizan. Es un disparate pedirle conciencia de clase como es un disparate pedirle conciencia de clase a Cassius Clay ó a Bonavena. El es un mito. Como Rockefeller, con la diferencia que éste no fue un cantor de éxito, que empezó de abajo, prosperó y se adaptó a su público. A un hombre que canta bien, no se le pregunta si traiciona ó no a su clase”.
Arturo Jauretche
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