Saturday, August 19, 2006

Una noche de pesca en Otamendi

Eramos los dos, compañeros de trabajo en la antigua SEGBA de la localidad de San Martín, los dos laburábamos casi 12 horas diarias, seis días a la semana, con franco rotativo. Obligaciones que te trae el tener familia numerosa.
Nos apasionaba la pesca, y era una obsesión recurrente soñar irnos a pescar para salir de la rutina que nos tenía prisioneros.
Un mes antes, mi amigo viene una mañana y me dice, …dentro de cuatro semanas… el miércoles tal, nos cae el franco a los dos, ¿vamos de pesca?, …no pensé dos veces la respuesta, …¡ síííííí, loco!¡vamos!.
Empezamos inmediatamente la planificación, que vos llevás la garrafa, que yo el vino, comprá la carne que después te doy la guita, no te olvidés del carbón, etc.,etc., ¡ah!, las lombrices, ¿vos conseguís?, …sí, sí, en la esquina de mi casa hay un zanjón y sacan una bien gordas.
Faltando unos días, le pregunté a mi amigo, ¡che! ¿a dónde vamos a ir?, ¡mirá que tenemos que volver al laburo el jueves!, ¡no te preocupés!, me contestó, conozco un lugar cerca de acá buenísimo, ¡se pesca un montonazo!, mi viejo me llevaba cuando mi hermano y yo éramos chicos, y después cuando murió mi viejo, nunca mas fuimos. Hay que tomar el tren en la estación San Martín, y está pasando Escobar. El lugar se llama ¡¡Otamendi!!!!.
¡No te calentés!, yo me encargo de averiguar el horario de los trenes, ¡vas a ver la cantidad de pescados que nos traemos de allá!.
El martes a las diez de la noche subimos al tren en la estación San Martín. A las 23 y 30, bajamos en Otamendi. Hacía un frío impresionante, el viento soplaba sin piedad y la estación era desoladora, un páramo a media luz en medio de la nada. Mi amigo, era todo entusiasmo, …..acá mi viejo hizo esto, …… que allá mi hermano hizo aquello,……yo atiné a preguntar a media voz,………¿ y de acá adónde carajo hay qué ir?,……..
Eran dos kilómetros de caminata hasta encontrar el arroyo que desembocaba en el Paraná de las Palmas. Cargué en una mano las cañas y el bolso, para dejar la otra libre para la garrafa de tres kilos. Me acomodé la ropa, me puse el gorro y arrancámos hacia la oscuridad del campo. No habíamos hecho ni cien metros, cuando la huella desapareció en un inmenso charco de agua estancada. Mi amigo, que no se iba a acobardar por esa nimiedad, hay nomás se sacó las zapatillas y las medias, se arremangó los pantalones y siguió adelante. Yo, ……la verdad que dudé, pero no podía ir a menos, hice lo mismo…. ¡qué frío estaba el barro pisando en patas!, " pa´ pior" había un pastito duro que cuando apoyabas la planta del pie te pinchaba como alfileres. A eso de las 12 y 30 llegámos al lugar con la lengua afuera. ¡Ay! ¡qué cagada era el arroyito!, mi amigo me adivinó el pensamiento y sin que le dijera nada, comentó con énfasis……es chico, pero se pesca bien.
Bueno, con la ayuda de las linternas, preparámos las líneas, encarnamos los anzuelos y tirámos despacito para no mandar la tanza del otro lado del arroyito. Hecho esto, nos pusimos a juntar leña para prender el fuego y hacer el asado. Ni qué decir del hambre y la sed que teníamos. A los 20 minutos, levantámos las líneas y …..¡nada! ni un puto pique. Encima los anzuelos limpitos, volvimos a encarnar y de nuevo al agua. Repetimos la misma operación 1 hora y media, con el mismo resultado……¡nada!.
Cuando estuvo el asado, dejámos todo, tirámos un mantel en el piso de tosca y …¡a darle con tutti!, …el vino fue lo primero en desaparecer, …….¡hacía mucho frío!, el asado duró un poco mas……, casi tanto como el paquete de cigarrillos.
A eso de las tres de la mañana, cambié los anzuelos por unos mas chiquitos, y empecé a sacar bagrecitos de 5 ó 6 centímetros…..¡una cagada!… me entretenía con eso en medio del frío. Así pasé toda la noche, cuando me aburría salía a caminar con la linterna a la orilla del arroyo. Mi compañero estaba con una cara de orto descomunal….¡qué sapo!,una y otra vez repetía lo mismo, ….¡qué sapo!….¡la p… m….q…..m….p…..! (hacer sapo se dice cuando no pescás nada y lo otro creo que no necesita aclaración).
Bendije a todos los santos cuando salió el sol y se sintió el calor de unos matecitos reparadores. En esos momentos, después de matear, me acosté en una parte del suelo que estaba mas ó menos lisita y me dormí. Habrán pasado un par de horas largas, cuando me despertó el ruido de unos gritos, medio dormido todavía, levanté la cabeza y vi venir a un viejito en bicicleta seguido de unos perros. Se llegó donde estábamos, nos saludó amablemente con un buen día, y no pudo evitar preguntarnos, ……¿pescaron algo?, la cara nuestra lo decía todo, …….no se preocupen muchachos, ustedes no son los únicos que no sacan nada, es que hace por lo menos 10 años que acá no se saca mas nada, porque, ¿ven allá a lo lejos?, adonde se junta el arroyo con el Paraná, bueno, allí suelen poner redes y todo el pescado grande no puede entrar mas a desovar.
Le ofrecimos un mate, que no quiso, y siguió con la bicicleta seguido por los perros.
Nosotros, quedamos mas desilusionados que antes, porque toda la noche nos habíamos dado esperanzas diciendo, ¡seguro el pique viene a la mañana!.
Ya no quedaba mas nada por hacer, tristes comenzamos a desarmar las cañas y guardar las cosas. Cuando estuvo todo listo e iniciábamos el regreso, a mi amigo se le ocurrió la última gran idea para completar la jornada, ……¡conozco un atajo para caminar menos hasta la estación!. Yo no tenía muchas ganas de volver a caminar en patas pisando barro congelado, así que me pareció una excelente idea.
Dimos un rodeo, saltámos alambradas,……y era cierto, la estación estaba ahí nomás…., pero,……cuando pasámos una arboleda y nos faltaban 300 metros,……. el piso seco desapareció, …¡una laguna bajita de agua estancada nos cerraba el paso!,……era increíble de grande, no podíamos rodearla, ….¡ó retrocedíamos todo lo andado ó le dábamos para adelante!. Elegimos esto último, seguramente cansados de la mala suerte, y para hacer corto el trámite. Otra vez nos descalzamos, y …..¡a meter las patas en el agua!. Desgraciadamente para nosotros, esta vez el agua nos llegó hasta los muslos, estaba helada …..¡y podrida!. Llegámos a la estación con una baranda insoportable y nos pusimos a lavar inmediatamente antes de subir al tren. Eran las 12 y 30 del mediodía. Llegué a mi casa, cerca de las cinco de la tarde, con hambre, sed y con un sueño impresionante. A tal punto que no me decidía que hacer primero. La que dio la solución fue mi mujer,………¡andá a bañarte porque sino te quedás afuera!
S.S.

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